miércoles, 2 de noviembre de 2011

Batallas libradas en el corazón de una desplazada

Alegría en palacio, titula en un diario de una caja de compensación familiar, la oportunidad de conocer al Presidente de la república, anhelando un futuro promisorio, se desvanece de la misma forma en que un diario es desplazado por otro más actual, pero el desplazamiento humano sigue y el registro de estar en esta situación permanece grabado, para la sociedad y el estado.

Una bala le pasó rosando la puerta, un domingo al esposo de María Lisendí, asombrados, decidieron salir, con las manos vacías, sólo con la ropa, un sofacama, cuatro ollas, cuatro platos y cuatro tazas. Se demoraron en salir varias horas debido a los enfrentamientos, apenas, las balas bajaban su presión salieron jugando con el miedo que el señor de los acarreos tenía de subir a llevarlos para otro lugar.

En el Barrio Nuevo Conquistadores, comuna 13 de la ciudad de Medellín, Lisendí tenía una microempresa de arepas, con la cual sustentaba a su familia y aportaba al mantenimiento del hogar, que en conjunto con su esposo forjaron, sin embargo, el tiempo violento que padecía la ciudad en el año 2001 cuando ella piso tierra paisa, proveniente de Urrao, Antioquia, la obligaron a dejar todo y a construir una nueva vida, sin cimentos, sin recursos, pero con amor por sus hijos y la consigna de no volver a mirar al pasado.

Se instaló en el Municipio de Bello donde una prima, ella rogó para que la dejarán quedar en casa de la familiar con los niños y la prima le contestó, sólo un mes se puede quedar Lisendí, ella recuerda con nostalgia que apenas cumplió la mitad del tiempo, durando 15 días en aquel hogar, dado la estreches de la vivienda y a la incomodidad que esto generaba para ellos, durmiendo en el suelo, en colchonetas, la espalda no resistiría mucho, y el cuerpo se agotaba, como ella asevera era una pieza en la que no cabía una cama.

Inmediatamente la búsqueda incesante de un lugar adecuado para ella y su familia fue primordial para seguir con sus vidas que hasta el momento era de entrada y salida debido a que no demoraba mucho en llegar algún lugar para volver a salir y el afán ya estaba desgastando a esta familia que luchaba por mantenerse con la marca de ser desplazados, un sello que permanece en los registros del estado y que al parecer dura toda la vida, así no tengan ahora esa condición.

Y es que vivir en situación de desplazamiento genera discriminación, mi esposo, buscaba empleo por todas partes, al momento de hacer mención de dónde venía, de la comuna 13, le cerraban las puertas, porque el concepto es que si provienes de un barrio popular y más con el conflicto armado que se vivencia cotidianamente allí no eres persona grata para la ciudad y al parecer los derechos como persona se degradan aún hasta para conseguir un trabajo estable.

Afortunadamente para esa época una señora me dio la oportunidad de cuidar a una niña que era especial, me iba bien porque la mujer que me empleo veía que yo era buena persona y a mí esposo un señor de una multinacional lo acepto en su empresa.

Paradójicamente ya en el Municipio de Bello, Antioquia, entré a estudiar en un colegio que se llama la Milagrosa, en donde me becaron dos años, el director me colaboró el último año y me gradué con honores, es que siempre me ha gustado estudiar, aprender, porque el conocimiento es vital para el crecimiento de las personas, si no sabes, desconoces y otras personas hacen por usted lo que uno puede realizar y aún con herramientas propias, por ejemplo, trabajar por la comunidad y conocer los derechos; si tengo manos para trabajar no me puedo quedar quieta, menciona con orgullo doña lisendí como le conocen en el Barrio, con su templanza que la hace parecer una general del ejército, en dónde sus medallas de honor se las ha ganado con batallas que duran años, pero que al final la constante y el denuedo la hacen salir victoriosa.

Con orgullo, dice ella, se graduó además, como técnica en Administración de empresas, no ha podido ubicarse laboralmente en lo que estudió, pero, su gran sueño es ejercer la seguridad, aduce que no es para hacer mal a alguien, porque en su corazón no guarda rencores, sino porque le gusta vigilar, y admira la labor de su esposo que es guardia de seguridad en una empresa.

Una de esas batallas mencionadas anteriormente es la consecución de la vivienda de interés social a la cual su esposo se postuló y con un tono de desazón María expresa que el estado en un principio colocaba 5 millones de pesos, y la casa en últimas valía 16 millones de pesos y es que si no me cree le muestro el artículo del periódico, señalándome un recuadro colgado en la pared, que se puede observar al entrar a la casa y que está por encima del televisor que por cierto está rodeado de fotos, actas de grado y recuerdos familiares, el recorte del diario en su titular dice “Alegría en palacio” haciendo mención a una familia que viajó hasta el palacio presidencial, para recibir la casa que el estado le iba a dar, en la foto del impreso aparece, el ex presidente de la república Álvaro Uribe Vélez, y la familia de María Lisendí posando para un recuadro que lo guarda con nostalgia, pero que lastimosamente sólo puede decir que la verdad no se quedó en el papel sino en el olvido, debido a el sufrimiento que le tocó vivir con el pago de la casa. Está casita donde usted la ve no tenía el piso de arriba, y estaba sola, sola, sola, pero es que siempre he sido echada para adelante y el que me diga que por ser desplazado no puede salir adelante es porque esa persona es desplazada pero mentalmente.

Imagínese que de esos 16 millones que usted está viendo que aparecen escritos pagué 25 millones y solos porque el estado lastimosamente nos abandonó; haciéndome énfasis con una calculadora para despejar dudas, Lisendí prosigue contándome como paso las verdes y las maduras de la noche a la mañana y como término de pagar su casa.

Vea con el sudor de mi frente, gracias a Dios está casa es propia, faltan cosas por arreglar pero al menos aquí me siento tranquila, mis hijos que son cuatro están estudiando, inclusive en un colegio de cobertura porque en ningún lugar me los querían recibir, por lo mismo, por lo que venían de esa comuna, entonces decían que ellos eran violentos como algunas personas que viven allá, también, mi esposo está trabajando y pues yo esperando, pero con la confianza y la fé puesta en Dios primeramente, enfatiza María Lisendí, ya con un semblante feliz e invitándome a ver las fotografías de Urrao, Antioquia, en donde vivió algunos años.

María Lisendí se considera una líder comunitaria, con valores y ante todo con fé para progresar, en los tiempos difíciles dice que de quién menos esperaba recibió ayuda y que seguirá buscando el mejoramiento de la sociedad, pues, siempre le ha gustado estar en los espacios donde se toman decisiones, no en vano, siempre a donde iba a vivir hacía parte de la Asociación de padres de familia del colegio del sector.

Una mujer templada, que espera que sus hijos terminen de estudiar y no se avergüencen de explicar si les preguntan ¿fueron desplazados? Que digan que sí con orgullo porque ahora el panorama es diferente, mientras me cuenta esto, con su tonalidad fuerte, vislumbro una grabación en la pared con marcador negro que dice, mamá-papá los quiero mucho, yo Ana.

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